Tony Fish define el concepto como “las ‘migas de galletas’ digitales que todos nosotros dejamos cuando usamos algún tipo de servicio digital, aplicación u dispositivo” (Fish, 2009). Estas migas o huellas por si solas no tienen ningún valor, sin embargo, el análisis (a través de la captura y el almacenamiento) es donde se encuentra el valor potencial para las empresas y para el usuario, siendo esta la materia prima de los servicios que se vuelven cada más indispensables.
Los nativos digitales como los estudiantes de hoy, rara vez piensan dos veces antes de poner sus nombres en cosas en línea, por lo que sus huellas pueden ser bastante amplias.
(Cristobal Boyle, 2018)
Andrew Cushen, director de involucramiento de Internet NZ, una organización especializada en la gobernanza digital, dijo en una entrevista que cuando nos relacionamos con un sitio web, hay cosas que ponemos deliberadamente en el sitio, como cuando rellenamos campos de información, pero hay otras que el sitio web simplemente puede recopilar sobre nosotros y esto genera mucha mayor cantidad de datos de lo que las personas piensan:
Hay mucha información sobre nosotros y está almacenada en muchos lugares diferentes y algunos de ellos son muy seguros pero otros no, algunos de ellos se compartirán con partes que no esperamos y otros serán robados y utilizados por hackers.
Cushen, 2018: s/p.
Además de que es casi imposible estimar el alcance total de lo que hay en línea sobre una persona: «El alcance de esta cosecha es mucho más de lo que muchas personas se dan cuenta (…) para mí esto puede ser un poco aterrador» (Hatton, 2018: s/p). Potencialmente, cada sitio web con el que alguien interactua recopila un poco de información. «Podría ser algo inocuo, como a qué enlaces en particular estás haciendo clic cuando visitas un sitio web, o pueden tener cookies instaladas que dicen, antes de este sitio web en cuál otro estuvo usted” (Hatton, 2018: s/p).
Manejar esta gigantesca cantidad de datos puede ser considerado como el gran reto de esta era. En 2012 Google logró una sorprendente hazaña al lograr indexar 50 millones de páginas en un minuto, cuando en 1999 esta acción le tomó un mes (Mitchell, 2012).
Según el sitio web Internet Live Stats (consultado el 19 de febrero de 2019) el tráfico de internet es de 60.5 terabytes por segundo. Google solamente produce 3500 millones de búsquedas al día; existen 1 958 millones de sitios web, para ser vistos por 4150 millones de personas o más bien dicho, consumidores.
Al igual que con las sombras reales, el rastro digital no es una imagen completa de una persona, pero sí permite diversas inferencias de distinta precisión. El usuario construye esta identidad oculta durante el curso normal de su día, sin pensar en las cosas que quisiera compartir o no, el rastro digital podría revelar con mayor precisión el yo genuino o auténtico del individuo que él mismo.
(Williams y Pennington, 2018)
En este escenario hemos llegado a un punto en el que los mensajes son personalizados y únicos, un proceso que solo es posible recolectando todas las actividades que el individuo realiza en los entornos mediados por la computadora, donde los usuarios dejan fragmentos (o rastros) de sus actividades, lo que se recolecta de forma pasiva para construir una identidad digital oculta e inconsciente, construida a partir de esta información (metadatos).
A su vez, el rastro crea una imagen de quién eres y ayuda a las empresas a dirigir contenido a mercados y consumidores específicos, además es una herramienta para que tus empleadores revisen tu historial y rastreen tus movimientos en múltiples sitios web para servicio de los anunciantes.