Naturalmente, en este escenario, los datos (sobre todo en grandes cantidades) han resultado sumamente valiosos para las grandes empresas que los manejan.
La información que se recolecta se vuelve muy valiosa para las empresas. Nuestros sistemas políticos y jurídicos, que se supone que son los más abiertos y transparentes y buscan nuestro bienestar están siendo colonizados por la lógica del secreto, sobrepasados por las leyes del mercado y las difíciles regulaciones que implica este proceso. El lugar geográfico donde se almacenan ciertas bases de datos no necesariamente es el mismo donde esta información es recolectada, y estos diferentes lugares responden a leyes distintas: “Mientras que las empresa poderosas, las instituciones financieras y el gobierno las agencias esconden sus acciones detrás de los acuerdos de no divulgación, los métodos patentados y las reglas de mordaza, nuestras propias vidas son cada vez más libros abiertos” (Pasquale, 2015: 2).
#RECOMENDAMOS
Fast Garden es una aplicación que te permite hacer un estimado del valor que tienen tus datos:
El ciberespacio, sobre todos los espacios más populares donde se mueve gran parte de la sociedad son en gran parte impulsados por un interés principalmente económico. El mercado ve en el Big data una oportunidad: los mercadólogos lo utilizan para apuntar publicidad, los proveedores de seguros lo utilizan para optimizar sus ofertas, y los banqueros de Wall Street lo utilizan para leer el mercado (Boyd y Crawford, 2014).
En vez de pensar que Facebook, Google o YouTube ofrecen servicios «gratuitos», sería mejor preguntarnos ¿a qué costo cedemos nuestra información? El paradigma de lo free (nada «gratis» es gratis, todo tiene precio y siempre alguien lo paga) encarna la falsa premisa bajo
-Cristóbal Cobo, Acepto las condiciones
cual los individuos ceden su huella digital a cambio de servicios digitales bajo una idea de pseudogratuidad.
![](https://sombrasdigitales.com/wp-content/uploads/2020/01/Seccion_2_internactivo_3_DATOS-NUEVA-MONEDA-DE-CAMBIO-01-1024x512.png)
Es innegable la capacidad de comercializar los datos generados a través de nuestro uso cotidiano de Internet, el valor comercial que tienen en el mercado es evidente y la cantidad de información que se recolecta de nosotros es cada vez mayor. Las posibilidades de la recopilación masiva de datos todavía no se han delimitado, aún no sabemos qué es lo que se podrá hacer en el futuro con estas bases de datos que contienen nuestras vidas, por ello creemos que es importante seguir reflexionando sobre este tema.
El problema es que como usuarios no le damos importancia a este hecho, muchos decimos «ahh, no pasa nada, no tengo nada que esconder» o simplemente le damos aceptar a los términos y condiciones de las aplicaciones sin preguntarnos demasiado sobre lo que estamos aceptando y qué se hará con esa información.
[vc_row][vc_column][vc_custom_heading text=»‘No pasa nada, no tengo nada que esconder'» font_container=»tag:h2|font_size:34|text_align:left|color:%23eeee22″ use_theme_fonts=»yes» css_animation=»fadeIn»][/vc_column][/vc_row]
En el texto Privacy cynicism: A new approach to the privacy paradox (Hoffmann, Lutz y Ranzini, 2016) se habla de la preocupación de los usuarios acerca de la información sensible que los grandes proveedores de servicios pueden recopilar y analizar, como nunca antes se había hecho. Pero al mismo tiempo estos usuarios se involucran poco en las acciones concretas de protección de la privacidad (configuración de privacidad, eliminación de cookies, etcétera, es decir, en teoría se preocupan pero en la práctica no toman decisiones al respecto. Alyson Leigh Young y Anabel Quan-Haase (2013) encontraron que los usuarios tienden a adaptarse a las amenazas de privacidad que emanan de su entorno social inmediato, como el acoso y el ciberacoso, pero reaccionan de manera menos consistente a las amenazas percibidas por la retención de datos institucionales. De igual forma, Cristobal Cobo, en el libro Acepto de las condiciones (2019), dice que una gran parte de los usuarios confía en las tecnologías a tal grado de configurarlas de forma predeterminada (sin cuestionarse qué tipo de acceso están abriendo) y que estos permisos, muchas veces muy personales, suelen estar influenciados por intereses comerciales o no del todo transparentes.
El capitalismo de datos ( data capitalism ) se convierte en un apuntalamiento clave de la sociedad datificada, en la que, para que todo funcione adecuadamente, tanto en la parte económica como del estado, la recolección de datos se ve como una acción necesaria y un componente inevitable de las tecnologías de la información (Hintz, Dencik y Wahl-Jorgensen, 2018). Esta situación ha hecho que los usuarios elijan voluntariamente ceder su privacidad en intercambio por servicios digitales bastante atractivos y útiles: “renunciamos aquí a la idea simplista de que las libertades civiles y la seguridad interactúan en un juego de suma cero o que solamente aquellos que tienen «algo que esconder» tienen algo que temer” (Bauman y Lyon, 2013: 12).
Esta situación ha permitido que las grandes empresas se tomen libertades alrededor del uso de nuestros datos, lo cual ha generado mucha preocupación ya que como usuarios no podemos saber qué pasa al 100% con nuestra información. A este fenómeno se le conoce como Black Box.
¿Qué es el Black box?
Las plataformas digitales toman información de los usuarios sin revelar abiertamente qué es lo que están almacenando y procesando y para qué. Son sistemas ocultos, cerrados que sólo pueden ser observables desde el exterior en términos de sus entradas y salidas. El término hace referencia a las cajas negras de los aviones pero también tiene un parecido a los agujeros negros: son visibles en sus efectos sobre su entorno pero aún es imposible conocer completamente su funcionamiento.
![](https://sombrasdigitales.com/wp-content/uploads/2019/09/seccion_3_-1_BLACK-BOX-01-1-1024x512.png)
Como resultado, los proveedores de servicios comerciales criticados por sus políticas de privacidad, como Google, Facebook, Amazon, Microsoft o Apple, siguen dominando los mercados de consumidores, mientras que los servicios menos intrusivos para la privacidad, como los TOR o los motores de búsqueda alternativos ( DuckDuckGo ), no logran una penetración significativa en el mercado (Hoffmann, Lutz y Ranzini, 2016).